martes, 15 de febrero de 2011

El último cielo de enero


(Escrito en la fecha publicada y pensado mucho antes, es definitivamente mi última publicación en este blog: las palabras que arranqué a la corriente).



El espejo lleva tiempo habitando en la misma esquina
y ya hasta las arañas aparecen por sorpresa en otras
paredes distintas, saliendo de su oscura guarida
profundamente cubierta de tela de cuadros, que suena
seca y ruda al tirar de ambos extremos, y se humedece
con la luz de la persiana, distinta a la de la noche,
la que precede a un desayuno únicamente biológico,
que me ha hecho levantarme la piel bajo la uña del pulgar
y oír el crujido del pan. El sofá y los pies, y las migas
deslizándose. El aire con burbujas que viene a posarse
en los reflejos de las imágenes que se transforman
con los programas de camaleones, gradualmente y sin
hacer ruido. Salí y la llave volvió a emerger en un margen
de cinco segundos, menos que el tiempo que el abrigo
tardó en descansar sobre la percha, tras hacerme el
tocadiscos la colada. No había espejo cuando volví
y hablé cara a cara con los bocetos de familia.
El cristal salía por debajo de la puerta y la parte
trasera era suave, como los párpados cayendo en un regreso
a casa, el sueño emergente y la palidez del cielo de enero.

jueves, 13 de enero de 2011

Alta fidelidad


No será necesario dejar más constancia que un vago recuerdo. Puede que algunos aún lean esto, pero eso es lo de menos. Debido a diversas razones de inaccesibilidad y, puestos a escribir algo, inutilidad, he decidido poner fin a este pequeño blog, habiendo intentado transmitir artificialmente todas las imágenes que he podido. Porque si de algo he estado seguro en todo este tiempo, ha sido de la solidez pura de las imágenes, aquí y allá. La solidez es una roca. Lamentablemente, mi ordenador y toda mi habitación son carpetas vacías, y así lo verás tú. Seguiré observando y criticando, estable como la inestabilidad, esperando el momento inalcanzable de compartir mi estanque transparente, rodeado de finas hierbas y aire caliente, mientras unas cuantas cucarachas retozan en un pajar de sueños y yo les doy la mano. No tengo nada más que decir. No aquí.

lunes, 3 de enero de 2011

Un despojo

La Dama de Cristal hundió sus manos como olivas en el agujero, pero no encontró nada. Le había tomado catorce horas llegar hasta aquel flanco desde donde se podía divisar gran parte de la ciudad. El sonido de los matorrales se asemejaba al de un reactor y sólo por un segundo fue consciente de la suciedad de sus manos. Comenzó a ascender por la colina más cercana, la cual, pensó, tenía una peculiar forma de mano gigante. Algún que otro sapo con aspecto desorientado se movía perezosamente entre las piedras, y la escena le recordó en cierta manera a un corto de animación donde Goliat parecía haberse dado cita. Ya en la cima, se sentó con sus extremidades estrictamente cruzadas y después en posición fetal, con la cara apoyada sobre su propio hombro. Respiró el polvo de la superficie y, mirando a las ventanas que iluminaban el horizonte, imaginó a un montón de gente ardiendo en luces, como en un ritual místico, y proyectando sus películas en el calor de la noche. El leve suspiro le ennegreció aún más la cara y, tumbándose hacia atrás, susurró a su propio oído: "Lo que queda es con lo que empiezas".

domingo, 12 de diciembre de 2010

Trémolo


Hoy he soñado con el fin del mundo, Caos y Gritos besándose, y he dejado mi piel en manos de la marea. Ésa misma que me ciega y deja sordo a todo el mundo, con sus pájaros cantando al unísono sobre nuestras cabezas. El sonido de la sequedad de mi boca, triste por la ginebra que creía haber dejado atrás, y la gente que odia el odio por encima de todas las cosas, que crea el mal a través del bien y el libre albedrío, que construye una necesidad con enormes ladrillos huecos que rebotan en mis pupilas de acero, doloridas al ver tus labios. Noto que la humedad crece en mi estómago, también de acero, y el ciervo en la pared me dice algo, y Elvis, y un hombre de bigote habla sobre títulos extraños y lo morena que se ha vuelto la gente, y la sangre resbala por mi dedo índice y huele a cosméticos, y giro la cabeza y vuelvo a ver lo mismo, una y otra vez, y me asalta un destello moldeado por la razón, criticado por el miedo que en mí alberga.

Me retiene la soga negra que calienta mi cuello, que no quiere que nada suba más arriba, y le doy vueltas a lo material y lo inmaterial y veo que todo está a la inversa y yo también, y no noto pensamiento alguno, sólo la humedad creciendo en mi estómago y el dolor físico de mi dedo índice, que ya tiene vida propia, goteando eternamente. Todo se estira y un intruso toca unas notas de bajo que suenan como déjà vus enfermizos, como cuando dices que me estás esperando, pero no lo dices, y un mensaje llega del polo norte: dicen que nos vamos a ahogar, que ningún abrigo nos podrá salvar. Que no hay bailes sin lágrimas, ni llantos que bailar. Y pienso en la tinta que he perdido y la que no lograré recuperar. Y la gente pide caramelos y yo les digo que no con la mano, con mi dedo índice, que tendrán que trabajar y arrancarme la humedad. Y el ciervo ahora me dice que hay que huir de este lugar, que las nubes ya han llegado y lo han dejado bajo el mar. Y digo adiós, y la gente se va.





Gracias a Chesil Beach.

domingo, 14 de noviembre de 2010

THE HIGHWAYMAN - Alfred Noyes

PART ONE

I

The wind was a torrent of darkness among the gusty trees,
The moon was a ghostly galleon tossed upon cloudy seas,
The road was a ribbon of moonlight over the purple moor,
And the highwayman came riding—
Riding—riding—
The highwayman came riding, up to the old inn-door.

II

He'd a French cocked-hat on his forehead, a bunch of lace at his chin,
A coat of the claret velvet, and breeches of brown doe-skin;
They fitted with never a wrinkle: his boots were up to the thigh!
And he rode with a jewelled twinkle,
His pistol butts a-twinkle,
His rapier hilt a-twinkle, under the jewelled sky.

III

Over the cobbles he clattered and clashed in the dark inn-yard,
And he tapped with his whip on the shutters, but all was locked and barred;
He whistled a tune to the window, and who should be waiting there
But the landlord's black-eyed daughter,
Bess, the landlord's daughter,
Plaiting a dark red love-knot into her long black hair.

IV

And dark in the dark old inn-yard a stable-wicket creaked
Where Tim the ostler listened; his face was white and peaked;
His eyes were hollows of madness, his hair like mouldy hay,
But he loved the landlord's daughter,
The landlord's red-lipped daughter,
Dumb as a dog he listened, and he heard the robber say—

V

"One kiss, my bonny sweetheart, I'm after a prize to-night,
But I shall be back with the yellow gold before the morning light;
Yet, if they press me sharply, and harry me through the day,
Then look for me by moonlight,
Watch for me by moonlight,
I'll come to thee by moonlight, though hell should bar the way."

VI

He rose upright in the stirrups; he scarce could reach her hand,
But she loosened her hair i' the casement! His face burnt like a brand
As the black cascade of perfume came tumbling over his breast;
And he kissed its waves in the moonlight,
(Oh, sweet, black waves in the moonlight!)
Then he tugged at his rein in the moonliglt, and galloped away to the West.

martes, 9 de noviembre de 2010

Honoré, kind of Blue


Tras la inmensa lejanía de su horizonte, deja pasar la gran tormenta de rayos azules y contempla en su interior la movilidad de lo estático, como su mirada. Levanta el nuevo Muro de Brujas y exorciza los fantasmas hacia su interior con un suspiro de humo, opaco en su alma como un cristal, transparente como el agua que cubre su pelo, más bien impalpable. Derrama zumo de fresa por todas las paredes de su casa, que ya se abstrae de todo pensamiento posible, y busca un tesoro en sus cimientos. Araña sus sábanas una y otra vez, dieciocho veces resumidas en tres o cuatro golpes. Palpa el frío y la oscuridad de las doce, con su caja de recuerdos estimulada por la cafeína, y comparte sus heridas en claves de sol, con uno o dos versos eternos, como una pintura que nunca llegará a secarse.

Es todo lo que visualiza mi mente sin pretensiones, lo que sangran mis labios esclavizados por costumbre, maltratados y condenados al silencio, ignorando las flechas clavadas lustros atrás por todo mi cuerpo. Veo una cama de hospital con nombre propio y una bolsa llena de líquido sin etiqueta. La dejo descansar suspendida en el aire, "calculando al milímetro el más leve movimiento", a la espera de mi bola de cristal.




For you.









Música: The Ronettes - Walking in the Rain

lunes, 18 de octubre de 2010

Dr. Benway


Estas palabras no son más que un pequeño fragmento de lo que considero o creo que es mi vida, la cual, propiamente dicha o en su expresión más pura (un puzzle de destellos de ilusiones), no me importa en absoluto.

Como no son más que palabras, todo conocimiento que aquí intente transmitir, al igual que el de algunos posibles comentarios, son sólo, y no es poco, una aguja en un pajar con un mensaje secreto grabado con tinta invisible en su cuerpo, que me aporta, siendo sumamente optimistas (siempre me ha parecido un término ridículo), fortaleza para una realidad práctica.

Y es que uno contempla día a día esos documentales de niñatos y niñatas que se abrazan a rocas ontológicas hasta el fin de sus días, con su osito de peluche expulsando sus intestinos por la boca a causa de la presión que ejercen sobre él y vomitando sobre sus vecinos y progenitores. Gente que emplea su deliciosa esencia narrativa interna para darte cobijo entre sus heces, para intentar hacerte creer en la consciencia y dar por hecho que hablamos de amor cuando hablamos de sentimientos. Hambre, dolor, gente...energía que flota en el aire, una desnudez invisible y existente.

Ante semejante panorama de percepciones e impercepciones lamentables, a uno no le queda más remedio que navegar con remos de acero por una espiral cancerígena y apoyar la cara contra la pared fría de cualquier calle inmunda.
Me resulta tremendamente desesperanzador diagnosticar estupidez bajo los síntomas de pretender no equivocarte nunca cuando ya lo estamos de antemano, y tener que enviar a esos asesinos sociales a una farmacia pragmática.

No somos más que errores, larvas caídas de un árbol, indefensas y devoradas por los pájaros. Por eso he abierto una grieta en mi almohada, allí donde dulce y, en muchas ocasiones, estrepitosamente me apoyo. Para derramar el zumo de todo lo relativamente ajeno, absorberlo y tratar siempre de superar al maestro. Para convertirme en mariposa y huir de los murciélagos.





Que os revienten el ojete.







Música: Scott Walker - Next