domingo, 27 de junio de 2010

Something to be done



Tratar de evitar lo que te cae encima es como recrear en tu mente una canción mientras escuchas otra totalmente distinta. Afortunadamente, con el paso del tiempo, uno aprende a no ceder ante la desesperación y busca claros en lo más profundo de esa selva tan cansina que es la vida en ocasiones. Uno se harta de repetir con distintas palabras lo importante que es ese tiempo, pero al final acabas dejándolo todo en una simple afirmación. Todo es un grandes éxitos, anécdotas que te empeñas en recordar como grandilocuentes y que no son más que anécdotas. Al menos, el hecho de maximizar los resultados nos mantiene con esperanza. Siempre he creído que el pasado es como ese jersey que espera el momento de su estreno. Lo dejas en el fondo del cajón esperando el momento adecuado. A veces en la parte superior, para sentirte tentado de vez en cuando y no enterrarlo demasiado tiempo. Hagas lo que hagas, tarde o temprano acabará mirándote desafiante, agresivo, y acabarás introduciendo tus brazos en él. Por suerte (sé que la menciono demasiadas veces, pero, aunque no sepa con total certeza lo que es realmente, bendita sea la suerte), ese jersey o cualquier otro tipo de prenda más fina y fresca, acabará rompiéndose, desgastándose poco a poco o destiñéndose y deformando su apariencia. Todo depende del uso que le demos. Abusa de tus hazañas y sé una vieja gloria, un gordo y repelente saco de mierda descompuesta, adicto a la cerveza y a la televisión; al menos a la televisión de tu cerebro (si es que aún queda algo que vislumbrar), donde podrás ver como unos jóvenes enérgicos e inocentes te dan una patada en el culo y un soplo de aire fresco a la sociedad. Toma nota y cómprate tres o cuatro jerséis nuevos para no tener que hacer la colada tan a menudo. Más espacio, más opciones, más aire fresco. Olvídate del aire acondicionado, sólo te proporcionará un buen resfriado.


Related sigh: The Pastels - Nothing to Be Done

lunes, 21 de junio de 2010

La sombra de mi herida (todo tiene un título)



Ya dijo un excelente compositor que la felicidad es una pistola caliente. Aunque sea algo que siempre he tenido en mi lista de cosas que nunca debo hacer, aquí estoy escribiendo estas líneas con mi cañón aún humeante. Empiezas garabateando un papel cuadriculado mientras tu profesor repite una y otra vez la misma lección de todos los días y terminas inyectándote palabras y tinta en vena. Nada más puedes hacer cuando el destino había planeado darte la espalda y revolverte los intestinos. Quejarte, aullar como un perro herido y atrapado por octava vez en el mismo cepo, viajar una y otra vez por el país del déjà-vu...

Piensas que las metáforas rebuscadas no te van a llevar a ninguna parte, que causarán el mismo impacto que unas palabras directas y atronadoras, sangrantes y pesadas. Hablar se convierte en un capricho para ricos y prefieres quedarte en la cama y dejar que la música te hable. No recuerdas nada y lo recuerdas todo. Volverás a ver el infierno una y otra vez de una forma clara y transparente, mientras los días caleidoscópicos se asemejan a ciertos momentos de tu infancia (No entiendo qué está pasando ni me interesa. Seguiré flotando en mi mundo de héroes y villanos). Rezas por una lobotomía, aunque Dios se haya convertido en Satán. Vomitas. Crees que el corazón saldrá disparado de tu pecho y te esfuerzas por vomitar aún más. Que se esfume todo. La destrucción es tu nueva religión. Ni optimismo ni pesimismo. Ya no quieres mirar atrás, pero tampoco hacia delante. Sólo disfrutar de la blanca realidad, fácil de ensuciar y difícil de limpiar. Sabes que todo tendrá un fin, y el paso intermedio te llevará a coger un pincel y rellenar los huecos que buena o malamente consigas dejar intactos.


Related song: Leonard Cohen - Avalanche

¿Todo tiene que tener un título? (22 de mayo)



Creo que el suelo necesita ser barrido. Es aquí, en la oscuridad, por donde paso sin hacer ruido, donde me doy cuenta de las motas de polvo que se han ido depositando sobre mí cautelosamente, en forma de presiones diarias, sudores fríos y temblores injustificados. Ese hambre literal y metafórica de un fin de semana, que se transforma en algo mutuo hasta devorarte y dejarte en un callejón sin salida. Sólo un poco más...un poco más de éso...esa sustancia que se adhiere a ti como una rémora y nunca quieres desprenderte de ella. Me hará llegar a lo más alto en mi último solsticio y no me importan las partes que entienda la gente. Estoy solo en esta sala brillante y neblinosa y gracias a ello consigo fijarme en ese punto rojo que dispara en todas las direcciones como un diente de león y se clava lentamente en mi cerebro, impidiéndome tomar decisiones, caminos...pero no otro poquito de éso. No apareceréis, aquí no hay más que una bola brillante que gira y no para de girar e ilumina toda la sala como si fuera el satélite de la bondad, aunque no haga más que lamerte el culo como si fueras el presidente de los Estados Unidos. La calle también gira; me quedaré aquí a ver como nadie aparece, ni siquiera yo. Las emociones se transforman en una sonrisa estéril y comatosa. Miro la hora y queda demasiado para que ocurra algo. Quizá sea el fin del mundo o empieces a bombardearme con dudas existenciales, pero no me importa porque aquí ya tengo todo lo que necesito. La música apesta. En la estancia hay un ligero olor a monóxido de carbono que me hace vomitar. Míralo como quieras, pero en el país de las oportunidades gobierna la incertidumbre y puede que vaya siendo hora de decorar esta sala con los trozos del puzle que yace tras mis cortinas. Hora de levantarse (pero antes, un poquito de éso).


Related song: Scott Walker - Mathilde

Razzmatazz (12 de mayo)



Los dados me favorecen. Ahora comienzo el juego que una vez (y probablemente cientos de ellas) ganaste. Siempre creíste que tu río fluía de una manera distinta a los demás, que tus afluentes eran de oro fundido, pero ahora, para tu desgracia, no son más que viejos cementerios de trenes que descarrilaron cuando te lanzaste en marcha para subirte a otros cuyo destino no conocías. Tu océano es un enorme agujero negro, así que te paso el relevo y aprovecho para hablarte un rato de los tiempos de niebla y tu sonrisa espectral apenas visible para un animal herido. No te será fácil aprender a sentir; me espera un espectáculo sublime. Hubiera empeñado todas las lágrimas y ansiedad, aunque ahora haré un donativo en su favor. Quizá hasta te deje entrar en mi humilde sala de los recuerdos, ese almacén de diminutas probetas llenas de sangre coagulada, perfectamente organizadas y listas para ser ingeridas en cualquier momento. Se miran pero no se tocan. Es tu turno y estás sola. ¿O es que ya no recuerdas mis descripciones de paisajes interiores decapitadas y exiliadas en el olvido de tu triste cajón? No. Tampoco aquella rosa muerta que un día existió para que las cosas sean como son. Me alegro de que simplemente no sean.

Por tanto, he de decir que hemos llegado a un desvío (me moría de ganas por empujarte, pero lo tomaste tú sola mientras yo seguía mi camino entre carcajadas. Los tímpanos te estallaron con aquel ruido tan atroz, así que poco importa ya lo que intenten decirte, simplemente púdrete en el infierno. Cuando estés lista, sienta tu culo fofo y celulítico en el sofá y echa un vistazo a las manchas oscuras que dejaste). Cómprate unas orejas de plástico como las que una vez usó este escritor y alza tu miserable cabeza vacía para escuchar mis carcajadas. Veremos quién ha optado por las mejores opciones. Yo estoy vivo y tengo entradas para el circo.



Related song: Guided By Voices - Hardcore UFO's

En vilo (6 de mayo)



Lunes: rojo, martes: azul, miércoles: amarillo, jueves: marrón, viernes: verde, sábado: gris, domingo: gris oscuro. He intentado recordar cientos de veces por qué recuerdo este pequeño tablón con barras escalonadas que vi por última vez hará unos dieciocho años y si de alguna manera ha influido en mi distribución emocional a lo largo de los poco coloridos días en este estúpido barrio. Puede que, de alguna manera, mis lunes estén encendidos por un trozo absurdo de plástico, o que simplemente se deba a mi color interior, ese gris que tantas veces han asociado conmigo. Me fundo con los sábados y deliro los domingos. Después del enrojecido comienzo de semana, decido cambiar la historia y hacer mi particular Blue Tuesday. El color inglés, el color de la nostalgia y la melancolía. Azul cielo, porque el cielo está triste si no hay azul y siempre discuto con él. Por supuesto, ante tales fuerzas y haciendo una excepción, doy el brazo a torcer. Me gusta quererte y que no me quieras, me limito a pensar.

Y es cuando me veo sentado un bonito miércoles, como en este preciso instante, mirando al sol, dedicándole una canción, contemplando la textura de una dulce cerveza con cualquier persona a la que mis textos y mi obsesión por los colores le suenen a chino. Primero engullo un plátano y después un limón para acabar el día (me encanta escribir limones) como presagio de lo que se avecina justo en mitad de la semana. La ansiedad me impide liberar mi mente...(suprimir). Viernes, sí, viernes. El día de la liberación, el día del yoga, del karma, de las cucharas, de la hierba, el aire, las panderetas, las guitarras, los acantilados extremadamente rocosos y el musgo que yace sobre ellos eternamente. La saturación de eventos es tal en tu particular universo, que no haces más que contemplar la inmensidad del paisaje y recoger unas cuantas flores para el fin de semana, las cuales se marchitan en muchas ocasiones. Todo está en el ambiente que nos rodea. Somos así, y no es poco. Así transcurren los días, uno tras otro y en ocasiones el anterior tras el siguiente. Remontas el vuelo hacia tablones pasados para rescatar días que cambiaron de color. Me encuentro en medio de mi odisea semanal y espero luces. Que nadie se tome la molestia de iluminarme por detrás, porque tendré que hablarle de sombras sin mirarle. Y con un trago de perfecta agua transparente me voy a la cama. Soñaré con una señal que llene el vacío de este texto. Espero recibirla.


Related song: Pulp - My Lighthouse

lunes, 14 de junio de 2010

In My Life (hace 1 mes)



(Escribo ésto en un papel bajo una sábana arrugada, mientras un inocente bebé de apenas once meses llora porque sabe que ha venido para que algún día todo termine, y ese llanto no hace más que recordarme cada noche el susurro de aquella canción en EL DÍA).

Era verano (mi decimosexto) cuando dejaste de hablar; un caluroso día de finales de julio que empezó con tormenta y terminó con una edad de hielo. A uno siempre se le traba la lengua cuando no sabe qué decir, pero tú no deberías haberte quedado en silencio; el silencio era mío y sólo quedábamos tú y yo. La brisa procedente de Irlanda proporcionaba bocanadas de aire cada cierto tiempo, pero dejó de ser suficiente cuando tu simetría se rompió y nos dejaste en manos de nuestras manos. A ojos del mundo, no eras más que un muñeco de trapo con sentimientos descontrolados. Recuerdo tus dedos en mi pelo, tratando de arrancarlo. Recuerdo tu mano en su brazo, tratando de arrancarlo. Recuerdo tu mirada perdida, el susurro de la canción en mi oído derecho y esa extraña espuma blanca en mi corazón, tratando de detonarlo. Era la una de la madrugada.

El bebé llora, y llora, y llora... Me acosté aún con aquel sonido que me reveló algo y comencé un fatídico sueño que duró días, quizá meses, hasta que ambos dejasteis el mundo sobre mis hombros. Esa noche ocurrió todo tan rápido que el alcohol se escapó de mis venas porque sabía lo que sucedería, como el resto del mundo. El pánico vino a vivir en mí tras aquella llamada, mientras mi fiel amigo me observaba atónito o quizá extasiado por el combustible (otra vez no. No había bastado un año. Un año y un mes, que más tarde serían cinco o toda la vida). Pero ya no escuché esa canción. Apenas pude ver nada. Te fuiste. No articulaste palabra. Te lanzaste al mar sabiendo que la corriente te arrastraría y me salpicaste al caer. Te sumergiste antes de tiempo. Me abandonaste, como él, y el combustible se mudó a mi sangre con su muerte como guardaespaldas. Una combinación letal.

Avancé por cien mil caminos con los ojos cerrados hasta que las luces del pasado me abrieron los ojos. Yo cargué con ello. Era mi responsabilidad. Vosotros me disteis lo que tengo. Me hicisteis como soy.

Los garabatos del papel ya son carteles luminosos, porque el bebé ha dejado de llorar y ahora puedo escuchar con claridad aquella canción:



The Beatles - Strawberry Fields Forever

A Day in the Life (escrito hace 2 meses)




Amar al amor ciego y odiar al amor. Odiar al odio y amar al odio irracional. Un día en la vida no es un día si no hay extremos. Coge tu abanico y despide a las nubes que han cubierto esos días pasados que fueron noches. Que anochezca en la noche y que amanezca en pleno día. Que la sombra de la Interzona no te impida avanzar. Porque, como en la guerra fría, calculamos nuestros movimientos aguardando el momento anterior a la muerte de nuestra alma o el nacimiento de una nueva.

Yo endurezco el hielo, ejercito mi orgullo esperando el nacimiento de algo mejor. Tú te limitas a observar, quizá esperando lo peor, quizá tratando de no llevar tu falta de autoestima a un punto más alto o simplemente dejándolo todo en manos del relativismo (¿Mejor o peor?). "Las caídas desde allí son demasiado duras", comentas en algún momento inoportuno como cualquier otro. "Prefiero quedarme con lo duro del levantamiento". Una vez que estés abajo del todo, en el mismo inframundo, no te tomes la molestia de volver a subir. Esfuérzate por nadar a través del vasto océano y no mires atrás, como Dylan en las películas. No llames a la puerta, descálzate y entra. No te sientas japonés por ello. Vienes de un lugar único donde la presión impera. Siéntete afortunado, lucha con todo lo que has aprendido. No permitas una vez más que el esfuerzo haya sido en vano, como tu amor. No consientas que la gente de aquí abajo te acose y te derribe. Vienes de un lugar más alto y la fuerza de tu gravedad interior es mucho más intensa y peligrosa. Mira dentro de ti mismo tanto como te sea posible. Toma aire las veces que haga falta y ábrete paso entre los campos de fresas, los tréboles de Dover y los árboles de tu corazón, porque bajo uno de ellos podrás ver el atardecer de Waterloo.



Related song: Belle & Sebastian - It Could Have Been a Brilliant Career

domingo, 13 de junio de 2010

La Mort



Éste es un manifiesto irregular y semi-ilusorio acerca de un servilletero vacío y un teléfono muy móvil sin cobertura con el que dejar atrás la melancolía isleña y sumergir la cabeza en un cubo de agua. Podría ejemplificar con murciélagos y sus rutinas, pero no es mi fuerte. Tampoco las jirafas dobladas por escasez de comida en las copas de los árboles. He estado tratando con extraños demasiado tiempo, pero lo justo para darme cuenta de lo que necesito: transfigurar la realidad para encontrar algo en ese recipiente con lo que limpiarme la miel de los labios y vomitar el aire que trago cada día. Enviar señales de humo. Recuperar lo desvanecido con desvanecimiento. Llenar páginas y más paginas en blanco con la poesía de una pared y una mente vacía. Con los versos de mi pelo ondeando cada tarde en el cálido y húmedo viento que presagia tabiques futuros. Todos conocemos la sensación de buscar una respuesta tras una jaula, pero ahora experimentaré los sentimientos de un barrote que ve como suena el teléfono y no puede hacer más que oxidarse. Cuesta hacerse a la idea de ser un recuerdo olvidado, entregado a las fuerzas de la naturaleza, meciéndote como un acordeón desafinado y monopolizando tus propios días como el blanco y el negro de una gran película (en sesión privada, eso sí). Va creciendo en ti como una enfermedad y acaba resultando algo casi divino, o eso creo, a ojos de lo que llaman mundo. Nunca abres los ojos. El futuro próximo no llegará nunca y a largo plazo sólo puedes soñar. Tal vez encuentre algo mejor en mi cita personal y no tenga que dormir más sobre cierto felpudo frío ni pensar en un querido peluche. Tampoco viajar mentalmente sin rumbo como un autor romántico, ni esperar una lluvia de ideas sobre lo que pudo haber sido si hubiera estado ahí, porque no lo estoy; no puedo estarlo. Una voz grave y un acorde cromático me definen frente a todas las armonías vocales que he esperado y no han llegado. Soplar las velas y contemplar lo que queda me ayuda a ver mi reflejo y aceptar lo que soy.


Related song: Bob Dylan - Moonshiner