
Sentarse con los ojos cerrados es una auténtica crueldad. Escuchas la música de fondo para consolarte, esperando un día nuevo, un día en el que la persona adecuada te llame, en el que encuentres el trabajo perfecto, organizes planes tridimensionales que duren para siempre y todo ese tipo de tapaderas... No hay dos sin tres, y la conformidad acaba por multiplicarlo todo. Crees ciegamente en la carencia de significado del "ésto", en la persecución de tus objetivos por más de medio mundo, y buscas opciones bajo tu manta que te aislen de la verdad. Bailas, derrapas con carritos de la compra y en ocasiones bebes para no hacer el ridículo. La perfecta ironía, la tan ansiada ceguera de tus propias facultades, que te permite ser lo que siempre niegas, otra persona por un día; porque tus mentiras terminan por convertirse en deseos y no quieres volver a ponerte las gafas que dejaste de limpiar.
Salir a pasear por la playa se ha convertido en una atrocidad a estas alturas. Centras toda tu atención en el movimiento de tus piernas, en cada paso, ignorando las motas de polvo que se posan sobre tu pelo. Contemplas todas las alternativas posibles y atisbas un vacío sin límite y unas gotas de desesperación, pero sigues camuflándote en el consuelo de perder el tiempo escribiendo y tratando de aproximarte a las personas que también derrochan sus segundos de vida aproximándose a gente que no deja que ésta sea simplemente agua que se escurre entre sus dedos.
Canción del día: Los Planetas - David y Claudia